CUIDADO, LOCA, QUIEREN PROGRAMARTE



CUIDADO, LOCA, QUIEREN PROGRAMARTE


Hay una nueva pandemia que azota la Ciudad Autónoma y que rápidamente se extiende a todos los rincones de esta república limonera. No es para nada silenciosa, es estridente y amiga de los algoritmos.


Es como la fiebre amarilla, pero también es rosa. Pocos infectólogos la nombran, porque tienen miedo de que se les acuse de estar infectados de una soledad aplastante, pero prestá atención, amiga, porque es una pandemia que afecta principalmente a los trolos musculosos (aunque a veces también a twinks), a las tortas que le pagan a alguien para que les limpie la casa (pagan poco, pero no las juzgues, que las dejan usar la misma vajilla), a las travas que hablan inglés, a un puñado de varones trans con título universitario e incluso (CUIDADO) a las personas heterosexuales que se rodean de gentes cuir. 


Si te suena el teléfono, si tenés abierto un formulario para aplicar al Fondo Nacional de la Recalcada Pelotudez, CERRÁ TODO: podés contagiarte. Es que te quieren programar en un espacio oficial. Ustedes que me siguen leyendo, mis pequeñas salchichitas, saben bien que con que una de nosotras esté programada en un espacio oficial, nos cortan las plumas a todas. 


Que hay que ocupar los espacios y transformarlos desde adentro, me dicen por la cucaracha. Pero no seas boluda. Gritarle a Susana, que se está por jubilar y que se fuma chetos malcriados que leen autores alemanes hace más de 30 años no es desarmar la burocracia. Tampoco lo es rezongar por lo bajo mientras un chongo injunable tarda media hora en enchufarte un micrófono para que después lo vayas a buchonear con el programador. 


Ya sé, ya sé. Te llamaron (por fin) por todos tus años de autogestiva, todos esos años haciendo perfos, muestras, obras incomodando lectores de Diario La Nazion (pero no a los que escriben las editoriales), basureando pibes que trabajaron gratis con vos para hacer algo por fuera del circuito oficial de las artes, que te dedicaste a basurear hasta que firmaste contrato. Es bárbara la autogestión, hasta podés despedir a alguien a quien nunca contrataste porque tardó mucho en adaptarse a tus berrinches de patrona ex aristócrata. También podés disimular que vos y todas las que lo hacen cobran una mensualidad de la soja de papá. ¡Y además te aplauden! ¡Te reconocen! ¡Te llaman para hacer una obra! ¡Tu nombre aparece en negrita en papel ilustración! 


Cuidado que si hacés el camino inverso, también sos población de riesgo. Podés ser la marica programadora estrella del macrismo y además programar en el espacio cul de turno nicho del cruce entre arte y tecnología. Podés además firmar en el instagram de tu jefe: #Horacio2023 y todo libre de culpas, porque sos el cupo cuir. 


Me llegan cartas de mis lectores: ¿Qué hago, María? Hacé huelga, nena. No te anotes en esa convocatoria, no salgas de fiesta con los aristocuir como una mascota con síndrome de Estocolmo. No vayas a un evento financiado por Techint a tomar champagne tibio con amigos de genocidas escudándote en que hay que ocupar espacios y que vos fuiste a todas las marchas del 24/3. Ni siquiera vayas a la fiesta en la casa de esa coreógrafa a romperle la araña de cristal carísima que pagó después de tantos años resistiendo el neoliberalismo que la enriquece. Andá al hall del Cervantes y robate un cacho de mampostería, el más mugroso. Andá a consultar por la maestría en neoprogresismocuirsudaca y vomitá en el sillón más beige que encuentres. Hacé mierda y denunciá a los que siguen haciendo arte, te quieren seducir con su cotillón insurrecto. Resistite a ser programada, el mundo es de las que fracasamos.

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